Martin Seligman, uno de los autores más representativos de la psicología positiva, promueve un enfoque de la psicología basado no en la patología, sino en los aspectos saludables y positivos del ser humano. El estudio y la comprensión de los aspectos positivos del individuo favorece el establecimiento de nuevos métodos de intervención para propiciar su bienestar. Según lo anterior, es posible afirmar que la psicología positiva tiene como objetivo de análisis las bases de la felicidad y el bienestar del ser humano así como también los comportamientos y hábitos que lo promueven.
Para conseguir lo anterior la psicología positiva propone abordar dos aspectos esenciales:
La dimensión hedónica. Se refiere a aquella visión que se enfoca en estudiar las bases de la felicidad y el bienestar subjetivo de las personas. Se considera que el bienestar de las mismas es posible a través del afecto positivo, el placer, el balance afectivo, las emociones positivas, el afecto neto y la satisfacción vital.
La dimensión eudaimónica. Se refiere a aquella visión que se enfoca en estudiar los aspectos positivos del carácter y el temperamento de las personas. En comparación de la visión hedónica, en este enfoque no se piensa tanto en la satisfacción y gratificación del sujeto sino, más bien, afianzar aspectos de su personalidad para conseguir el alcance de metas. Se enfoca en fortalecer las virtudes, la autorrealización, el crecimiento psicológico, el logro de metas, la satisfacción de necesidades y las fortalezas del carácter para afianzar una serie de hábitos que ayuden a promulgar el desarrollo de nuevos potenciales.
Por tanto, puede decirse que la visión hedónica está orientada a analizar los estados de bienestar subjetivo que propician o se relacionan con los estados de felicidad, así como también la búsqueda del placer, virtudes o supresión del dolor, entre otras. Esta se refiere a la percepción de bienestar basado en la presencia de experiencias y afecto positivo y la disminución o ausencia de las cosas negativas. Por otra parte, la visión eudaimónica tiene como objetivo de análisis la parte objetiva de los potenciales, los talentos y los rasgos positivos. En contraposición a la perspectiva hedónica, esta se centra no ya en el aumento o disminución de afecto positivo y/o negativo, sino en la plena potencialización de las cualidades que presenta el individuo.
Con base en estas dos dimensiones, veamos qué aspectos de los seres humanos se necesitan examinar para promover el hedonismo saludable.
Hedonismo y desarrollo humano
Dentro de la visión hedónica es necesario reflexionar asuntos relacionados con las experiencias subjetivas, las cuales comprenden el bienestar subjetivo, la motivación, la satisfacción con la existencia y la influencia que tienen estos factores sobre el desempeño y el rendimiento del individuo. Durante año, el concepto de felicidad ha sido un término con varios significados y abierto a innumerables definiciones, por lo que se sugiere que este concepto sea denominado como “bienestar subjetivo”. Se considera que la felicidad y el bienestar están relacionados por la variedad de beneficios que implican en diversos contextos como el de la salud, las relaciones interfamiliares, la satisfacción laboral, la estabilidad psicológica o la conducta pro-social, entre otros. En este sentido, el bienestar subjetivo se ha ido entendiendo como la satisfacción con la vida que permite al individuo informarse de qué es la buena vida. Cuando el individuo tiene la oportunidad de experimentar estos sentimientos, es capaz de realizar valoraciones positivas en cuanto al medio que lo rodea. Según la literatura asociada al estudio del bienestar, existen dos dimensiones en el ser humano: la dimensión emocional y la cognitiva.
El aspecto emocional hace referencia a la capacidad del individuo para manejar problemas, dotar de significado una situación y analizarla como un desafío, mientras que la dimensión cognitiva se refiere a las evaluaciones que haría la persona frente a la calidad de vida que tiene. Este proceso de valoraciones positivas contribuye a que los individuos perciban su quehacer de manera satisfactoria. De la misma forma, se plantea que la satisfacción y el bienestar tiene tres componentes: en cuanto al pasado, la percepción que se tiene del presente y la esperanza hacia el futuro. Entre las emociones positivas asociadas al pasado se encuentra el perdón, la satisfacción con la vida y las experiencias óptimas. Entre las emociones asociadas al presente se encuentran el flujo o flow positivo y la tranquilidad. Y por último, entre las emociones positivas asociadas al futuro se encuentran el optimismo y la esperanza. Cuando las personas experimentan emociones positivas tienen mayor posibilidad de disfrutar de su trabajo o quehaceres cotidianos. Asimismo, pueden experimentar el flujo, conocido popularmente como flow, definiéndolo como la forma en la que el individuo se desenvuelve en la tarea sin ser tocado por el tiempo ni la fatiga ni otro conglomerado de factores, ya que la actividad es agradable.
Este flow, más que ser un concepto abstracto, es un proceso dinámico, ya que la satisfacción con la vida no está necesariamente en los resultados, sino en el disfrute de la actividad misma, por lo que las probabilidades de que el individuo obtenga una sensación más prolongada de satisfacción aumentan en la medida en la que realice actividades de disfrute. Por otra parte, para comprender las consecuencias que traen las emociones positivas en el trabajo, es pertinente establecer una distinción entre placer y gratificación. El primero hace referencia al éxtasis, el deleite, el orgasmo, la inmediatez de las cosas, mientras que la segunda consiste en la realización de actividades que sean de agrado para el individuo.
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Enfoque eudaimónico y desarrollo humano
Si bien es cierto que las emociones positivas pueden hacer que la persona obtenga gratificación hacia su trabajo y quehaceres cotidianos, se proponen otras variables que pueden estar relacionadas con el desarrollo del bienestar subjetivo. Antes mencionamos la tradición eudaimónica, que hacía referencia a los aspectos objetivos del ser humano, como el caso de los talentos de las virtudes y los rasgos. O dicho de otra forma, se centra en el análisis de los aspectos observables del individuo. Los primeros investigadores del enfoque eudaimónico identificaron los rasgos positivos, entre lo cuales se encuentra la justicia, el temperamento positivo, el amor al conocimiento, el sentido de trascendencia y el coraje. Cuando las personas tienen la oportunidad de desarrollar estos aspectos en el marco de su responsabilidad, pueden originar también hacia ellas el afecto positivo. Este último está relacionado con la experiencia de sentimientos de satisfacción, gusto, entusiasmo, energía, amistad, unión, afirmación y confianza, así como con la extroversión y la resiliencia. En base a lo anterior, es posible afirmar que el flujo positivo y la sensación de disfrute de la tarea encomendada están influenciados por la personalidad del individuo.
Estos rasgos no solo favorecen que la persona tenga una experiencia de gratificación con su trabajo profesión, sino que también implica el desarrollo de ciertas fortalezas como, por ejemplo, el sentido del humor, el cual es considerado como una virtud propia de la especie humana. Ahora bien, con el desarrollo de los rasgos positivos y las virtudes en el ser humano, la forma de percibir el mundo se modifica, es decir, las situaciones donde se desenvuelve el organismo pueden verse como positivas. Esta modificación ayuda a que se despliegue el optimismo, considerado como un rasgo que actúa como mediador entre la interpretación personal y los eventos externos. Los individuos con estas tendencia suelen mantener esperanzas y formular estrategias de acción para afrontar los problemas que se presenten. Los rasgos y las virtudes también favorecen el desarrollo de la resiliencia, que se refiere a la capacidad del sujeto para afrontar situaciones adversas y superarlas. Cuando se percibe una situación como desafío o reto y no de amenaza, el individuo puede ser flexible y reducir el impacto negativo de esta experiencia.
De acuerdo con los razonamientos que hemos ido viendo, las virtudes y fortalezas son elementos característicamente predominantes en un self positivo. Los factores como el crecimiento personal y la experimentación de las emociones positivas conllevan a comportamientos adaptativos y la formación de estados mentales positivos, lo que a su vez prepara de forma implícita al individuo para enfrentar futuras situaciones adversas. La preparación frente a estas situaciones está asociada con el desarrollo de habilidades sociales necesarias para establecer vínculos de apoyo y amistad.
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