INTELIGENCIA EMOCIONAL Y ENFOQUES TEÓRICOS
Uno de los grandes teóricos e intelectuales acerca de la Inteligencia Emocional ha sido Daniel Goleman, quien la definía como “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones”. Según esta definición, la IE abarca dos competencias fundamentales:
a) La habilidad para auto-reflexionar (reconocer nuestras emociones y regularlas)
b) La habilidad para reconocer lo que piensan y sienten los demás (capacidad de empatizar, ser asertivo, comunicación no verbal)
La IE se desarrolla en función de los siguientes componentes:
Autoconocimiento emocional: esta dimensión se refiere a la capacidad de las personas para comprender, identificar y reconocer sus propias emociones y las de los demás. Igualmente, abarca la capacidad de identificar la forma en que influyen sobre su comportamiento. También involucra el conocimiento de nuestras fortalezas y debilidades.
Autorregulación: esta dimensión se refiere a la capacidad de reflexionar y controlar nuestros impulsos, gratificaciones, emociones y sentimientos para no dejarnos influenciar de estas de forma ciega. Gracias a esta capacidad, se podrá postergar la gratificación inmediata por una más fructífera a largo plazo, aunque en un principio la gratificación no se ilustre.
Automotivación: esta dimensión se refiere a la capacidad de enfocarnos en nuestras metas y mantenernos a su alcance por iniciativa propia. Gracias a ésta, los sujetos pueden mantenerse proactivos, optimistas y persistentes frente a los desafíos. También consiste en emprender los cambios por iniciativa propia , sin que nadie lo exija por méritos o recompensas externas.
Empatía: esta dimensión se refiere a la capacidad de reconocer, identificar y comprender las emociones y los sentimientos de los demás mediante la interpretación exacta de las señales que emiten, ya sea desde un plano verbal o no verbal.
Sin embargo, existen otras posturas acerca de esta concepto y que sugieren que la IE abarca también “capacidades”. Entre estas opiniones encontramos la de Mayer y Salovey, quienes entienden la IE como la “capacidad de procesar la información sobre las emociones y de los demás”. Es decir, la capacidad de manipular de forma consciente la información que recolectamos del contexto y las reacciones que causa en nosotros para guiar nuestro pensamiento y comportamiento.
De este modo, Mayer y Slovey sugieren que la IE es la capacidad de reflexionar, utilizar y gestionar las emociones, necesitándose:
La habilidad de percibir y manifestar las emociones propias y ajenas de forma apropiada al contexto.
La capacidad para utilizar las emociones y los sentimientos para guiar al pensamiento hacia razonamientos más realistas y acordes al contexto.
La capacidad para comprender las emociones, el lenguaje afectivo y los signos socioemocionales de los demás.
La capacidad de utilizar los propósitos con el objetivo de lograr metas.
Según estos autores, estas capacidades se pueden entender de la siguiente manera:
La “percepción y expresión correcta de las emociones”: se refiere a la capacidad del sujeto para comprender lo que está sintiendo y manifestarlo en concordancia a lo que ocurre en el entorno.
La “facilitación emocional del pensamiento”: se refiere a la capacidad del sujeto para reconocer las cogniciones y los sentimientos que generan sus estados emocionales con el fin de tomar decisiones más realistas, pensar de manera más creativa y hacerlo con base en las exigencias del contexto ambiental.
La “comprensión de las emociones”: se refiere a la capacidad del individuo para identificar con mayor precisión las emociones que vive, es decir, que las pueda describir y así le sea posible situar sus sentimientos con base en su estado emocional.
La “habilidad de gestionar las emociones para alcanzar metas”: se refiere a la capacidad del individuo para gestionar sus emociones y las ajenas de tal modo que esto le permita moderar o regular las negativas y aumentar las positivas.
Lo dicho hasta aquí permite entender que la IE abarca el desarrollo de competencias (conocimientos, habilidades y actitudes) y capacidades cognitivas (reflexión, procesamiento de la información, indagación, reconocimiento). Sin embargo, existe otra postura que sugiere que la IE también abarca habilidades sociales. Es decir, que la IE es un concepto individual, pero a su vez requiere la práctica social para que su funcionalidad se aplique con plenitud. En dicha postura, encontramos lo que sugiere Bar-On, quien define la IE como “la capacidad de entender y encaminar nuestras emociones para que estas trabajen para nosotros y no en contra, lo que nos ayuda a ser más eficaces y a tener éxito en distintas áreas de la vida”. Según este autor, la IE implica reconocer, comprender y emplear las emociones para relacionarnos con los demás, adaptarnos a los cambios, solucionar los problemas tanto a nivel social como individual, afrontar efectivamente las exigencias del entorno y los desafíos que se nos presenta en la vida diaria.
Para concretar todas estas capacidades, sugiere las siguientes dimensiones:
Tener “percepción de uno mismo”: se refiere a la capacidad del individuo para reconocer sus fortalezas y debilidades, como también, tener la conciencia emocional, es decir, reconocer y comprender las emociones propias, siendo consciente de los efectos y las consecuencias que pueden tener en nuestros pensamientos y conductas. Del mismo modo, abarca la capacidad de autorrealizarnos, es decir, tener la voluntad de mejorar constante y alcanzar los objetivos que se reconozcan significativos, tanto para uno mismo como para los demás.
La “expresión de uno mismo”: se refiere a la capacidad el individuo para ser asertivo, es decir, comunicar los sentimientos, las cogniciones y los comportamientos de manera abierta, sin omitir los derechos y los valores de los demás. Igualmente, abarca la capacidad de expresarse emocionalmente, es decir, manifestar las emociones, tanto a nivel verbal como no verbal. Finalmente, también abarca la autonomía, es decir, la disposición de ser independiente a nivel afectivo.
Los “componentes interpersonales”: se refiere a la capacidad del sujeto para aplicar la empatía, es decir, reconocer, entender y apreciar cómo se pueden sentir los demás, manteniendo un comportamiento respetuoso hacia sus sentimientos. De la misma forma, también abarca la capacidad de desarrollar vínculos sociales satisfactorios, es decir, que se particularizan por tener confianza y compasión. Igualmente, abarca la capacidad de tener responsabilidad social, o en otras palabras, aplicar comportamientos en pro de la sociedad.
La “toma de decisiones”: se refiere a la capacidad del sujeto para solucionar los problemas teniendo en cuenta las emociones que se encuentran implicadas. Es decir, reconocer las emociones que estén influenciado en nuestra toma de decisiones y examinar si estas son las adecuadas para solucionar nuestro problema. Del mismo modo, abarca la capacidad de contrastar la realidad, es decir, la habilidad de observar con realismo los eventos para no desbordarnos con nuestras emociones. Igualmente, abarca la capacidad de controlar los impulsos, es decir, no tomar decisiones apresuradas por nuestras emociones negativas.
El “manejo del estrés”: se refiere a la capacidad del individuo para tener flexibilidad frente a las situaciones, es decir, adaptarnos a las exigencias del contexto y adecuar nuestras emociones, cogniciones y conductas en función de las circunstancias que se viven. Igualmente, abarca la capacidad de tolerar el estrés, que es básicamente a afrontar sucesos complejos o dificultosos y creer que es posible abordarlos. Igualmente, abarca el optimismo, que se refiere al acto de mantener una actitud positiva hacia la existencia, manteniendo el sentido de esperanza frente a las posibles contingencias negativas del entorno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario