martes, 26 de septiembre de 2023

DISTIMIA, EL TRASTORNO SILENCIOSO

 

La salud mental es un componente crucial para el bienestar general de una persona. Por desagracia, los trastornos mentales afectan a millones de personas en todo el mundo, impactando negativamente en su calidad de vida. Uno de ellos es la distimia, también conocida como trastorno depresivo persistente. Aunque es menos conocida que la depresión habitual, es una afección que merece una atención especial debido a su duración y efectos en la vida cotidiana de quienes la padecen.

La distimia se caracteriza por una depresión crónica de larga duración, generalmente de al menos dos años en adultos (un año en niños y adolescentes). A diferencia de la depresión llamémosla “común”, los síntomas son menos intensos pero persisten durante un período prolongado. Las personas que la sufren pueden experimentar una tristeza constante, pérdida de interés en actividades que antes disfrutaban, falta de energía, cambios en el apetito, dificultades para concentrarse y sentimientos de desesperanza. Estos síntomas pueden afectar negativamente las relaciones interpersonales, el rendimiento académico o laboral, y la calidad de vida en general.

La causa exacta no se conoce con certeza pero se cree que es el resultado de una combinación de factores genéticos, bioquímicos y ambientales. Los antecedentes familiares de trastornos del estado de ánimo pueden aumentar el riesgo de desarrollarla. Además, los desequilibrios químicos en el cerebro, particularmente en los neurotransmisores como la serotonina, norepinefrina y dopamina, se han asociado con la distimia. Los factores ambientales como el estrés crónico, traumas o experiencias negativas en la infancia también pueden desempeñar un papel importante en el desarrollo de este trastorno.

El diagnóstico de la distimia se basa en la evaluación de los síntomas y la duración de los mismos. Es fundamental que un profesional de la salud mental realice una evaluación exhaustiva para descartar otras posibles causas de los síntomas y determinar si se cumplen los criterios diagnósticos establecidos en los manuales de clasificación, como el DSM-5. Dado que los síntomas pueden solaparse con otros trastornos del estado de ánimo, es importante realizar una evaluación diferencial para asegurar un diagnóstico preciso.

El tratamiento suele implicar una combinación de terapia psicoterapéutica y, en algunos casos, medicación. La terapia cognitivo-conductual (TCC) ha demostrado ser efectiva en el tratamiento de la distimia al ayudar a identificar y modificar patrones de pensamiento negativos, mejorar habilidades de afrontamiento y promover cambios en el comportamiento. Además de la TCC, otras formas de terapia, como la terapia interpersonal y la terapia de apoyo con la ayuda de un coach, también pueden ser beneficiosas para las personas con distimia. Estas terapias se centran en abordar las dificultades en las relaciones interpersonales y brindar un espacio seguro para expresar emociones y recibir apoyo.

En algunos casos, se puede recetar medicación antidepresiva. Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) y los inhibidores de la recaptación de serotonina y norepinefrina (IRSN) son los tipos de antidepresivos más comúnmente recetados y ayudan a regular los niveles de neurotransmisores en el cerebro y pueden aliviar los síntomas depresivos. Dado que es un trastorno crónico, es posible que los síntomas no desaparezcan por completo, pero con el tratamiento adecuado la persona puede aprender a manejar sus síntomas de manera más efectiva y llevar una vida satisfactoria.

La distimia es un trastorno que a menudo pasa desapercibido o se confunde con una tristeza crónica normal. Es fundamental promover la conciencia y la educación sobre esta afección para reducir el estigma asociado y fomentar una mayor comprensión de esta enfermedad mental. Al aumentar la conciencia, se puede alentar a las personas a buscar ayuda temprana y recibir el tratamiento adecuado.

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