Cada día somos más conscientes de la importancia de llevar una dieta saludable para mantener una salud en perfecto estado. Sabemos que un exceso de azúcares y grasas puede terminar por ocasionar multitud de enfermedades. También sabemos la importancia de incluir vegetales y frutas en nuestra dieta. Cada día somos más cuidadosos revisando etiquetas buscando productos menos ultraprocesados, con menos calorías, con más fibra, etc. Pero después de todo, nos sigue preocupando todo eso que se ve a simple vista: la silueta y el peso o la ausencia de los síntomas desagradables que conllevan algunas patologías. Al fin y al cabo, tener un colesterol elevado, por ejemplo, “no duele”, ¿verdad?
El mero hecho de vivir, respirar y exponernos al ambiente natural con el paso del tiempo conlleva que nuestras células se oxiden. ¿Qué es la oxidación? Es un proceso en el cual un compuesto cede sus electrones y eso supone su corrosión o la desestabilización de su estructura. Es un fenómeno negativo pero a la vez inevitable en nuestro organismo. Nuestro cuerpo posee mecanismos para frenar, prevenir o reparar esos daños. Los antioxidantes son sustancias naturales que van reparando ese daño celular y participan en la eliminación de los residuos resultantes de esos daños oxidativos: los famosos radicales libres.
DAÑOS OXIDATIVOS
Como he dicho, el simple hecho de vivir y el paso del tiempo nos va oxidando pero ¿cuáles son las causas?
Inevitables. La edad y el paso del tiempo, la propia respiración, los procesos inflamatorios agudos para luchar contra enfermedades comunes: por ejemplo, un catarro, una contusión, digestiones, exposición al sol, preocupaciones habituales, etc.
Evitables. El sedentarismo, el deporte de elevada intensidad, el consumo de tóxicos (sobre todo, tabaco y alcohol), no dormir lo suficiente, “quemarse” al sol, el estrés crónico y no consumir suficientes antioxidantes que nos aporten la capacidad de reparar normalmente los daños ocasionados por la suma de los factores evitables e inevitables.
¿QUÉ ES EL ESTRÉS OXIDATIVO?
Una de las causas evitables de oxidación. Solemos entender por estrés el ritmo de vida, las prisas, las preocupaciones, etc, pero para nuestro organismo el hecho de tener que reparar los daños por oxidación a una velocidad mayor de la que es naturalmente capaz y quedarse corto le supone muchísimo estrés. Para contrarrestar los daños por oxidación, pone en marcha mecanismos antiinflamatorios y debe alertar al sistema inmune para luchar con más toxinas y radicales libres, además de todo eso que “no se ve”, que genera más y más oxidación. Eso es el estrés oxidativo.
CONSECUENCIAS
Inflamación crónica de bajo grado, más resistencia a la insulina y mayor riesgo de accidentes cerebro-vasculares.
Envejecimiento de los órganos, aparición de manchas, flacidez en la piel y debilidad de pelo y uñas.
Más riesgo de sarcopenia, es decir, pérdida de la función muscular y mayor riesgo de caídas y pérdida de capacidades motoras con la edad.
Aceleración de la aparición de la menopausia.
Más riesgo de sufrir cáncer y enfermedades neurodegenerativas.
En general, reducción de la esperanza de vida.
LA DIETA: EL ELIXIR DE LA JUVENTUD
Ahora que ya sabemos lo malo que es el estrés oxidativo y qué lo produce, es momento de ponerle freno. Y la buena noticia es que combatirlo y retrasar su aparición es fácil si incluimos en nuestra dieta algunos alimentos y sustancias que tienen ese superpoder: el poder antioxidante.
¿QUÉ ALIMENTOS DEBE INCLUIR?
Frutas y verduras. Especialmente las que poseen colores cálidos: amarillos, rojos y naranjas. Estos alimentos son ricos en dos vitaminas que tienen un potente poder antioxidante: vitamina C. Participan en todos los procesos de cicatrización y mantenimiento de los tejidos blandos, desde piel, mucosas, tendones, etc. Además, la vitamina C participa en la correcta respuesta del sistema inmune que, a su vez, nos protege contra agentes externos oxidativos como la propia contaminación ambiental.
Aceite de oliva y frutos secos (no tostados). Estos alimentos contienen mucha vitamina E. Esta vitamina es especialista en proteger la piel de los radicales libres pero hay que matizar que no sean tostados porque las altas temperaturas destruyen la vitamina E. Por eso, el aceite de oliva en crudo (por ejemplo, en una ensalada) y unas nueces, mejor recién extraídas de la cáscara, son una buena fuente de vitamina E, pero no lo serán ese mismo aceite o frutos secos fritos.
Otras sustancias como el selenio, el zinc o la Coenzima Q10, son altamente antioxidantes. No hay un solo alimento que las contenga: vegetales de hoja verde, carnes, semillas o mariscos, son ricos en estos nutrientes.
En general, una dieta variada y equilibrada asegura unos niveles suficientes de estas sustancias. Pero si existe deficiencia por algún motivo o llevas hábitos que exponen el organismo a demasiadas causas evitables de oxidación, puede ser interesante un aporte complementario a través de suplementos, vitaminas y minerales.