Representa la manifestación más sublime del amor incondicional. Es una sensación dolorosa, profunda, ya que implica renunciar a lo que amamos, soltarlo y dejarlo marchar. Esa sensación dolorosa se origina en la mente y causa sufrimiento al ego debido al miedo a perder algo que en realidad no es tangible ni verdadero. Se trata de una ilusión, pues no tenemos el control sobre nadie ni nada. Ni nuestros hijos, padres, amigos o pareja nos pertenecen.
Cada individuo es un ser independiente y libre, con su propio camino por recorrer, al igual que nosotros mismos. Por lo tanto, no podemos depositar nuestra felicidad en otros: si no encontramos la felicidad en nosotros mismos, difícilmente la encontraremos en alguien más.
El apego es como un dictador del tiempo, impidiéndonos vivir en el presente al anclarnos al pasado o al futuro. Mientras tanto, nos permite estar plenamente presentes aquí y ahora.
Desprenderse implica soltar al otro sabiendo que, pase lo que pase, uno estará bien. Esta acción puede resultar dolorosa, ya que desde pequeños nos han enseñado que podemos poseer cosas e incluso controlar a las personas.
La independencia emocional es un regalo invaluable que nos damos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos. Únicamente cuando logramos esto alcanzamos una libertad verdadera y completa. Una vez que comenzamos el viaje hacia el desapego, ya no hay vuelta atrás.
El desapego se trata de soltar y desvincularse de objetos y personas con gratitud por el tiempo compartido y el enriquecimiento que aportaron a nuestra vida. Solo al soltar, permitimos fluir y dejamos espacio para recibir la abundancia en todas las facetas de la vida, un derecho que nos corresponde.
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