Había una vez una niña muy feliz que disfrutaba corriendo tras las mariposas en los hermosos campos verdes donde vivía. Un día soleado, mientras perseguía una mariposa azul, se topó con un sapo enorme y lleno de verrugas.
—¡Qué asco! —exclamó la niña, tapándose la boca.
—Puede que te dé asco, pero soy un príncipe encantado —dijo el sapo.
—No puede ser —dijo la niña, incrédula.
—Es verdad —afirmó el sapo—. Una bruja me lanzó un hechizo. En realidad, soy un príncipe muy guapo y rico. Si rompes el hechizo, me casaré contigo y viviremos felices. Te llevaré en brazos y te regalaré flores y joyas todos los días...
—¿Cómo puedo romper el hechizo? —preguntó la niña.
—No será fácil. Debes llevarme a tu casa, cuidarme, darme de comer, dormir conmigo en tu cama, darme muchos besitos y sacarme a pasear, hasta que un día te despiertes y veas que me he convertido en un príncipe. Entonces, tu vida será como un cuento de hadas.
La niña escuchaba al sapo y ya no veía su piel llena de verrugas, sus ojos saltones ni su boca babosa; solo veía a un joven guapo con cabello moreno y ojos verdes. Se imaginaba a sí misma a su lado con un majestuoso vestido blanco, bailando en un castillo lujoso. Reprimiendo el asco, llevó al sapo a su casa. Desde entonces, su vida cambió por completo. Dejó de ir al campo para perseguir mariposas, de cantar y de pasarlo bien. Solo cuidaba al sapo, que resultó ser muy caprichoso: le pedía croissants para desayunar, espaguetis con salsa bechamel para comer y ensaladas exóticas para cenar. Dormía en la cama de la niña, dejando sus babas asquerosas por toda la sábana. La niña no paraba de fregar, cocinar y lavar ropa de cama. No tenía tiempo para cuidarse y ya no se ponía vestidos bonitos ni hacía peinados con lazos de colores.
Pasaron 3 años y el sapo seguía siendo asqueroso, no se convertía en un príncipe azul. A veces, la niña lo miraba y le entraban ganas de echarlo a la calle para vivir como antes, pero luego empezaba a dudar y tenía miedo de equivocarse. ¿Y si faltaba poco? ¿Y si mañana se despertaba y el sapo se había convertido en un príncipe de ojos verdes? ¿Y si otra se aprovechaba de lo que ella había hecho? ¿Y si no encontraba a otro príncipe y se quedaba sola? Pasaron meses. Ya nadie la podía reconocer. Estaba hecha un desastre. El sapo se había convertido en el dueño de la casa y la niña en su sirvienta.
Un día, el sapo le gritó a la niña por haberle traído tarde su comida. Ella empezó a llorar y se fue de casa. Por el camino, se encontró con un pajarito.
—¿Por qué estás llorando? —le preguntó el pajarito.
—Un sapo repugnante y asqueroso vive en mi casa. Cada día limpio sus babas, le cocino y lo cuido. Estoy muy cansada y no quiero seguir haciéndolo.
—¿De quién es la casa? —preguntó el pajarito.
—Es mía —respondió la niña, secándose las lágrimas.
—¿Y quién te trajo al sapo?
—Lo hice yo.
—¿Por qué?
—Porque me prometió que si lo cuidaba, se convertiría en un príncipe y se casaría conmigo, pero han pasado años y nada ha cambiado.
—¿Por qué no lo echas de casa?
—¿Y si es verdad? ¿Y si ya queda poco para que ocurra el milagro? Me he esforzado muchísimo y me sabrá muy mal si lo dejo y se convierte en un príncipe.
—¿Y si pasas toda tu vida cuidándolo y jamás se convierte en príncipe?
—Ojalá lo supiera con seguridad —dijo la niña desesperada.
De repente, sus ojos se llenaron de esperanza. Podría ir a ver a la bruja que vive en el bosque. Es vieja y sabia, seguro que me dirá si el sapo se convertirá en un príncipe o no. Se puso muy contenta y se fue a ver a la bruja.
—Me gustaría saber si el sapo que vive en mi casa es un príncipe encantado.
La bruja miró su bola de cristal y dijo:
—Es solo un sapo repugnante y jamás será un príncipe.
La niña se puso muy triste y decepcionada.
Pensó: "La bruja puede equivocarse. ¿Qué sabe esta vieja sobre los príncipes? Voy a ver a una hechicera".
La hechicera vivía en un castillo bonito con tres torres altas.
—Estoy tan cansada del sapo, pero me da miedo de que si lo echo de casa perderé mi oportunidad de casarme con un príncipe.
La hechicera empezó a hacer sus rituales mágicos y al día siguiente le dijo:
—Es solo un sapo. Nunca será un príncipe. Es mejor que lo lleves al campo.
La niña escuchó a la hechicera y se marchó, furiosa.
—¡Me tienen envidia! —exclamó enfadada—. Claro, ¿quién no querría casarse con un verdadero príncipe? Estoy segura de que todos mis sacrificios no han sido en vano.
Y la niña volvió con el sapo. Tuvo que escuchar muchas palabras desagradables por haberse marchado. Limpió la casa de la baba del sapo, le preparó la cena, lo bañó y lo acostó. El sapo se durmió contento. La niña se acostó en la cocina, en una colchoneta pequeña e incómoda. Antes de dormir, como de costumbre, soñaba con casarse con un príncipe, tener muchos hijos y un jardín lleno de flores. Se durmió y tuvo un sueño: iba por un bosque y vio su casa a punto de derrumbarse. En el patio, estaba sentada una anciana que parecía una bruja malvada. La anciana llamó a la niña y le dijo:
—¿Me reconoces?
—No, nunca te he visto antes —contestó la niña muy asustada.
—Yo soy tú en el futuro. Todo el mundo me decía que era un simple sapo, pero estaba cegada por el deseo de casarme con un príncipe. Pasaron muchos años y el maldito sapo asqueroso murió ayer. Lloré mucho por todos los años perdidos, por haberme convertido en una bruja vieja y amargada que nunca más pudo perseguir mariposas, lloré por un príncipe con el que jamás me casaría. Mírame, soy tu futuro.
—¡No, no! —gritó la niña asustada.
—No me dejas dormir —oyó la voz del sapo.
La niña abrió los ojos y vio al sapo en el suelo.
—Llévame a la camita y cállate —le ordenó el sapo.
La niña recordó las palabras de la bruja del bosque y de la hechicera: "Es solo un sapo". Se levantó, lo agarró fuerte y se acercó a la puerta. El sapo sintió el peligro.
—Eh, tú, ¿a dónde me llevas?
La niña abrió la puerta de par en par y tiró al sapo lo más lejos que pudo.
—¡Fuera! Y no vuelvas nunca más. No te voy a cuidar ni acostarte en mi camita. Es mi casa y voy a hacer lo que me dé la gana. Volveré a correr por el campo, perseguir mariposas y disfrutar de la vida. Ya no creo en tus falsas promesas. Eres un simple sapo repugnante y asqueroso.
Cerró la puerta y sonrió por primera vez en muchos meses.
Este cuento nos enseña un profundo mensaje sobre las relaciones tóxicas: no debemos soportar humillaciones, malos tratos y desprecios a cambio de falsas promesas. Nadie puede hacerte feliz ni convertir tu vida en un cuento de hadas. La única persona capaz de crear una vida de ensueño eres tú. Confía en ti, mímate, cuídate y jamás permitas que tu felicidad y alegría dependan de un "sapo".
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