-- Tu abuelo me propuso matrimonio con un caramelo. No teníamos nada, se arrodilló y me dijo:
-- No tengo nada ahora, solo un caramelo pero, si quieres, podemos construirlo todo juntos.
-- Y tú, ¿qué le dijiste?
-- Abrí el caramelo, lo dividí en dos y nos lo comimos. Desde ese momento dividimos y compartimos todo. Nos caímos, nos levantamos y construimos todo juntos. Hemos vivido momentos difíciles, de cansancio, pero siempre hemos estado el uno para el otro.
-- Otros tiempos, abuela.
-- El tiempo no cambia la forma de amar. Lo que ha cambiado es que ya no tienes ejemplos bonitos de referencia. Ahora le tienen miedo a todo. No se casan por miedo a no poder construir. En cuando pelean se dejan porque creen que van a encontrar una pareja mejor. Siempre buscan la perfección, como si existiera de verdad. Extrañan la percepción de la realidad, de la felicidad en las pequeñas cosas. Hacen esa gran demostración con anillos que cuestan mucho dinero, quizás un video de la boda y después se pierden el momento, esa cosa íntima que guardas en dos, solo en dos para toda la vida. Esto es lo que les falta: el coraje de vivir la vida y el amor por lo que son y no por cómo lo imaginan: un caramelo y 71 años juntos.
(Créditos al autor/a)
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