domingo, 2 de julio de 2023

UN CORCHO PEDAGÓGICO

 

Un día, un inspector visitó una escuela de primaria y en su recorrido observó algo que le llamó la atención. Una profesora estaba casi atrincherada detrás de su escritorio mientras en la clase los alumnos tenían un gran desorden, casi parecía caótico. Por supuesto, entró en el aula y se dirigió a la profesora.

  • Buenos días, soy el inspector. ¿Hay algún problema?

  • Buenos días. Me encuentro saturada, señor, no sé qué hacer con estos niños. No tengo papel ni libros. El Ministerio no me manda material didáctico, ni siquiera tengo un ordenador para facilitar un poco todo. Vamos, que no tengo nada nuevo que enseñarles ni qué decirles.

El inspector, que ya estaba curtido en mil batallas, vio un corcho en la mesa de la profesora, lo cogió y con tranquilidad se dirigió a los niños.

  • ¡Niños, niños! -se hizo cierto silencio en el aula- ¿Qué es esto?

  • Un corcho, señor -gritaron varios alumnos-

  • Muy bien. ¿Y de dónde sale el corcho?

  • De una botella, señor. Lo coloca una máquina.

  • Sí, sí, pero me refiero a si es de un alcornoque, de un manzano... ¿de algún árbol?

  • De la madera --respondían los niños--

  • ¿Y qué se puede hacer con madera? --continuó preguntando el inspector--

  • ¡Una mesa! ¡un barco!

  • Correcto... bien tenemos un barco. ¿Quién me lo dibuja en la pizarra y con él su puerto más cercano? Poned a qué región o país pertenece.

Y mientras los niños según iban escribiendo y dibujando, continuó:

  • ¿Y cuál es el otro puerto más cercano? Y ese puerto, ¿a qué país o provincia corresponde? ¿Conocéis algún poeta que haya nacido ahí? ¿Qué produce esa región? ¿Quién recuerda una canción de ese lugar?

Y de esta forma, comenzó una clase de geografía, historia, música, economía, literatura, etc... La profesora quedó impresionada y al terminar la clase reconoció:

  • Señor, nunca olvidaré lo que me ha enseñado hoy. Muchas gracias.


Pasó el tiempo y cierto día el profesor regresó a la escuela y buscó a la profesora. Y de nuevo la encontró acurrucada detrás de su escritorio y los niños en total desorden.

  • Señorita, ¿qué ha ocurrido? ¿No se acuerda de mí?

  • ¡Sí, señor! ¡Cómo olvidarle! Pero... no encuentro el corcho.

Y el maestro respondió:

  • ¿Dónde lo dejó?


Y es que, queridos amigos, cuando el profesor no tiene vocación o alma de profesor, ¡nunca encuentra el corcho!

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