Si coges un sapo, lo colocas en una ella con agua y lo pones al fuego verás algo interesante: el sapo se va adaptando a la temperatura del agua y permanece dentro. Lo malo es que cuando pasado un tiempo el agua se aproxima al punto de ebullición, al sapo, que le gustaría saltar y salir por no poder aguantar más, ya no puede porque está demasiado débil y cansado debido al esfuerzo que ha hecho para adaptarse a la temperatura. Es posible que pienses que lo que le mató fue el agua hirviendo pero estás equivocado/a. Realmente ha sido su incapacidad de decidir cuándo saltar.
Deja de “adaptarte” y permanecer en tu “zona de confort” frente a situaciones equivocadas, relaciones abusivas, amigos parásitos y muchas otras cosas. Si continúas adaptándote corres el riesgo de morir por dentro.
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